Una de las actividades más placenteras en los meses de verano es, no os lo vamos a negar, tomar el sol con moderación. Ahora bien, si realmente lo que quieres es disfrutar del calorcito de manera saludable y no parecerte a la abuelita de “Algo pasa con Mary” (¡mítica!), más vale que en la bolsa de la playa lleves un buen protector solar. Hasta ahí, todo parece evidente. No obstante, muchas veces hacemos los deberes a medias, pues no sólo hay que aplicar la crema, también hay que hacerlo bien; y eso implica no olvidar algunas partes del cuerpo que están expuestas a los rayos, pero que solemos obviar:
El empeine. Si no quieres que las tiras de las sandalias te rocen como cuchillas, más vale que pongas protección en esta zona. ¿Por qué paramos de extender la crema solar en los tobillos? ¡Todo centímetro de piel cuenta!
Orejas. Hacednos caso: el efecto “elfo” no es nada erótico. Si bien cada vez son menos quienes olvidan proteger la cara, la suma de veraneantes que no recuerda esta parte es elevada.
Labio superior. Especialmente importante para las mujeres… a no ser que el efecto que desees conseguir es el del sombreado de un falso bigote.
Cabeza (rapada). Especialmente importante para los hombres (ellos se rapan más que ellas), pues el sol también calienta la azotea.
Cabello. Hoy en día contamos con una amplia gama de productos que protegen las melenas de la potencia del sol, que reseca el pelo y, por tanto, lo hace más débil.
Párpados. Esto de cerrar los ojos y evadirse en la orillita del mar está fenomenal, siempre y cuando lo hagas con protección. Y, sí, es el momento de lucir gafas de sol.
Axilas. Hay quien toma el sol con los brazos estirados en la arena. No dejes que los rayos no te permitan bajarlos porque te has achicharrado los sobacos.
Boca. Un bálsamo específico te irá de perlas para mantener unos labios jugosos.
¡Ah! Y no está de más que dosifiquemos las horas de exposición solar y que hagamos uso de sombrillas y gorros (a la moda, ¡claro!) 😉