Si quien lee estas líneas es mujer, es probable que en alguna ocasión haya utilizado un perfume catalogado como masculino; mientras que si el lector es hombre, seguramente no haya experimentado salir a la calle tras haberse rociado unas gotas de una fragancia situada en la estantería de mujeres. ¿Por qué ocurre ese fenómeno? Para profundizar en este asunto hemos hablado con María José Gomis, directora comercial de Emotions and People y licenciada en Psicología.
Según argumenta Gomis, lo cierto es que desde un punto de vista exclusivamente creativo no hay diferenciación entre fragancias masculinas y femeninas y, de hecho, los perfumes de autor se segmentan por su composición y notas olfativas. Cabe tener en cuenta que para la elaboración de un perfume pueden intervenir entre 60 y 100 materias primas, por lo que “todos llevan un poco de todo: flores, maderas, especias…”, asegura la especialista. Ahora bien, “lo realmente importante –continúa Gomis- es la piel de quien lo lleva”. He aquí el secreto.
En este sentido, por regla general una piel femenina, “es de poro más fino, está más hidratada y cuidada que la masculina”. Por ello, “el perfume se queda en las capas más latas de la dermis” y, como consecuencia, “las notas más volátiles (frutas, flores) se hacen más predominantes.” Sin embargo, “una piel masculina tiene mayor sequedad, más rudeza y su poro es mucho más ancho”, con lo que “el perfume penetra en capas más bajas y esto hace que las moléculas más pesadas (maderas) tenga predominio.” Esto, y no la etiqueta del frasco, “es lo que provoca que una misma fragancia puesta en la piel de una mujer huela distinto que en la piel de un hombre”.
Costumbres olfativas
Por otro lado también tienen un papel las convenciones sociales. Gomis apunta que, además de las preferencias olfativas, también influye en la elección la cuestión cultural y defiende que “nuestros olfatos están educados a que determinado tipo de perfumes se asocien a mujeres y otros a hombre”. Además, en su opinión, las mujeres “no tienen tantos prejuicios sobre el uso de algo masculino, pero los hombres muchos sobre el uso de algo femenino”.
Tanto es así que María José Gomis regala una anécdota. En una ocasión realizaron un experimento: dos frascos de perfume, uno de ellos cuadrado, con caja oscura; y el otro en forma de manzana roja. La primera botella contenía un famoso perfume de mujer y la que tenía forma de fruta, uno muy conocido de hombre. El 65% de los hombres a los que se les preguntó dijeron que la fragancia del frasco sobrio y rudo les gustaba para ellos.
Por lo tanto, si bien las costumbres olfativas sociales son importantes para escoger una fragancia, los gustos meramente personales ¡también! Elegir perfume es una cuestión tan personal que, precisamente por ello, nadie se puede equivocar.