En nuestro habitual repaso a los clásicos del perfume, no habíamos centrado nuestra atención todavía en el más antiguo de ellos. Sin lugar a dudas el perfume que más mitología guarda en su historia, cuyos orígenes se remontan a hace ya casi 100 años. Corría 1921 cuando Chanel nº5 revolucionó a la élite de la sociedad parisina de la época.
Para inicios de los ’20, Coco Chanel ya era todo un fenómenos en los círculos parisinos de la moda. Había llegado a París unos años antes como amante de Etienne Balsan, el barón de los textiles, y pronto abrió su propia sombrerería para damas debajo del apartamento de Balsan. Para cuando Chanel nº5 se convirtió en el icono perfumístico de la época, Coco Chanel ya contaba con varias boutiques de éxito en París. Fue entonces cuando se propuso plasmar un perfume que reflejase la mujer moderna y sofisticada en la que se había convertido. No obstante, su pasado rural y de clase baja dificultó la labor, ya que las primeras pruebas contenían fragancias que recordaban a ese pasado alejado del glamour parisiense.
Corrían los últimos días del verano de 1920 cuando en una vacaciones por las Costa Azul, Coco Chanel escuchó hablar del perfumista Ernest Beaux, quien aceptó la propuesta de la modista y se puso a trabajar en su perfume. Unos meses después, el perfumista ofreció a Coco Chanel diez muestras numeradas del 1 al 5 y del 20 al 24. Chanel eligió la número 5. Y ese fue el nombre con el que se quedó un perfume que 100 años después sigue marcando tendencia.
Desde entonces, aquel perfume que contenía aldehído y esencias de flor de naranjo amargo, jazmín, rosa, madera de sándalo, vainilla y vetiver, entre otras, ha sufrido algunas modificaciones, pero ha mantenido siempre ese aura que lo convierten en algo único, en un perfume que ha sido capaz de seducir a personalidades como Marilyn Monroe o Audrey Tatou entre muchas otras.