Cualquiera que se considere enológicamente analfabeto sabe que el vino no es un producto sino un mundo. Que se consume por boca, nariz, vista y olfato. Pueden observarse tantos matices como profunda sea la cata. Un hermoso amarillo pajizo, una nariz frutal en su punto justo, durazno blanco, damasco y algo herbal. ¿A qué saben los perfumes? Si los vinos huelen, las fragancias saben. Los perfumes tienen partida de nacimiento, alma y vida. Y a la hora de elegir perfumes, los consumidores cada día se interesan más por la historia que inspira a cada nueva creación. Hasta el punto de que las nuevas tendencias en perfumería revelan que son muy frecuentes los consumidores que adquieren una fragancia sin ni siquiera haber probado la esencia.
Lo constata la asesora de Perfumerías Laguna, Eva Merino, quien subraya la incipiente tendencia a valorar el universo que está atrapado en cada frasco. La sociedad española no escapa a la moda cada vez más generalizada de bucear en la génesis de los perfumes, algo absolutamente impensable en los 70, cuando el pachulí aromatizó las ansias de cambio y la llegada de la democracia. Esta planta herbácea que tanta popularidad alcanzó de la mano del movimiento hippie es hoy uno de los componentes más comunes en la alta perfumería pero absolutamente matizado como nota de corazón o fondo y a veces como apunte de salida en la percepción de la fragancia.
Esta nueva tendencia de valorar los universos creativos que acompañan a las fragancias ya fue observada por el crítico del The New York Times, en su libro “El perfume perfecto”, en el que indica la importancia que tiene el primer paso, la fuente de inspiración, a la hora de conseguir aceptación en el complicado mercado de los perfumes.
La asesora de Perfumerías Laguna recuerda que en cierto modo siempre se ha valorado la identidad de marca y de producto, la asociación entre una fragancia y una cosmovisión, aunque la tendencia ha ido al alza. No en balde, el siglo XX fue la época dorada del perfume, asociado al nacimiento de la moda como arte. Las grandes casas de moda, con sus marcadas idiosincrasias, apadrinaron el nacimiento de perfumes. Coco Chanel o Dior son dos ejemplos. Pero hasta el cambio de siglo, los consumidores probaban los perfumes; hoy prácticamente se estudian. Perfumerías Laguna es una empresa muy arraigada y ha sido testigo directo de las tendencias en cosmética y perfumería con el cambio de siglo. Eva Merino sabe que hoy cuenta tanto saber transmitir los matices como la clásica prueba olfativa de una muestra.
Un Givenchy Live Iresistible Rosy Crush tiene sus notas de salida en las que destacan las bayas de goji, con un toque picante de pimienta rosa. Y fondo de pachulí y almizcle. Pero ahora el pachulí queda relegado por la historia de esta creación de Dominique Ropion. El Armand Basiu para mujer es un perfume de autor obra de Francoise Caron.
Si hay un perfume de autor, una fragancia de las llamadas inspiración, ese es el Imperial Majesty Edition. Este histórico perfume fue creado a petición de la Reina Victoria de Inglaterra en 1872. Era el perfume de las damas que viajaban en primera clase en el Titanic y se vende en series limitadas de ni más de mil frascos. Se lanzó una edición especial con motivo del 60 aniversario del reinado de Isabel II. Huele a canela italiana. ¿Su precio? No es caro. 195.000 euros. Es un lujo solo al alcance de caprichosos millonarios. Pero en el fondo, su público sigue las pautas de moda, la elección de perfumes de autor por su historia y su gestación antes de olerlos o sin siquiera hacerlo. La misma tendencia que se observa en el mundo de los mortales.
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