Allá donde van levanta expectación. Una nube de fotógrafos les persigue y, a veces, les acosan, ¿por qué no reconocerlo? Cada paso que dan es susceptible de ser fotografiado, comentado, criticado o elogiado. Pero siempre son “trending topic”. Ahora su hijo, también. La pareja de moda, formada por los archiconocidos Penélope Cruz y Javier Bardem, ha llevado hasta el secretismo extremo el nacimiento de su primer hijo. Las informaciones nos llegan con cuentagotas. Sabemos que se llama Leonardo y poco más.
Su madre, que cuando pasea por la alfombra roja busca el objetivo como la que más, ha dicho recientemente en declaraciones a Vogue que quiere que su hijo “crezca de la forma más anónima posible”. Es una opción. Respetable. Complicada. La idea de disparar flashes a diestro y siniestro a un bebé no es precisamente tentadora. Pero, tal vez, y sólo tal vez, tantísimo misterio acerca del pequeño fomenta todavía más querer saber más. Incluso, dada la exclusividad que adquiriría la codiciada imagen o un sólo dato más del niño, más se explotaría.
No es lógico perseguir hasta la extenuación a los famosos. No lo es. Pero sería interesante que los Bardem-Cruz tuvieran bien presente quiénes son, dónde están y por qué.
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